viernes, 8 de mayo de 2009

Encuentro surrealista: Mae West y Kapuscinski













- ¡Oye querido, lo me gastes el nombre! Te he dicho que volveré cuando me aburra de tumbarme al sol a esperar que estos hombres bronceados me traigan una copa y me hagan la cama, así que espérame sentado.

No puede vivir sin mí, y no le culpo. ¿Y este tipo que se hace el distraído que querrá? Si se piensa que no se lo que pretende, lo lleva claro. Míralo, allí sentado mirando su reloj, intentando disimular que no me quita el ojo de encima.

- No, no voy a decirte donde estoy, no me apeteces que atravieses medio mundo para montarme una escena. No lo olvides cariño, las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes.

Viene hacia aquí.

Qué escusa más barata. Dice que es periodista y necesita el teléfono urgentemente. Ya…
¿Kapuncinsky? Vaya, alguien necesita urgentemente un nombre artístico. Así que está escribiendo un libro, pues hoy debe ser su día de suerte…

¿Pero qué dice? Quien puede estar interesado en algo tan aburrido… ¿Censura, eh? A Noé le vas a hablar de arcas…
Hoy me siento generosa, con unos cuantos retoques convertiremos su tocho infumable en el guión para un nuevo éxito de Mae West…

¡Una comedia! ¡Tal vez con números musicales! Que transcurra en África, eso lo dejamos… Yo seré la jefa de una tribu de la que los enemigos se enamorarán perdidamente y así indultarán a sus súbditos…

¿Cómo? ¿Qué le estoy ofendiendo? ¿Frivolizando?

Será desagradecido, ya ni siquiera le dejan a una hacer obras de caridad. En fin, al menos lo he intentado. ¿Dónde está mi llave? Ah, sí, la 307. ¡Quédate con el número guapo! En menos de media hora, estarás en mi puerta suplicando que te ayude…




Este es el resultado de un ejercicio que hicimos en clase del profesor Perceval. Es un encuentro imaginado entre el personaje que yo elegí y el que escogió mi compañera Laura.

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