martes, 28 de abril de 2009

De superhéroes y antihéroes

Nunca me han atraído demasiado las historias de superhéroes. Como gran aficionada al cine que soy, recuerdo infinidad de adaptaciones de Batman (desde los Michael Keaton y Val Kilmer de mi infancia hasta el nuevo Christian Bale), al mítico Christopher Reeve volar convertido en Superman e incluso he visto algunas de las entregas de la reciente saga de Spiderman con un Tobey Maguire al que nunca veré como el hombre araña.


Aunque confieso que, cosas de la edad, no me hubiera importado ser rescatada alguna vez por George Clooney y Chris O’Donnell vestidos de "Batman y Robin", lo cierto es que ninguno de estos salvadores con mallas consiguieron llamar mi atención más allá de la hora y media de metraje ni hacerse un hueco en mis recuerdos cinéfilos o en mis desvaríos adolescentes. Y lo mismo me ocurría de más pequeña, prefería aquello del “uno para todos” de los Mosqueteros (o para mí, en aquella época de los míticos Mosqueperros) a las telarañas con las que un Peter Parker animado deleitaba a mi hermano.

Hay algo en los superhéroes que no me acaba de convencer. A menudo se me antojan personajes planos, bidimensionales. Aunque a menudo conocemos sus motivaciones, parte de su pasado y sus problemas para conciliar “trabajo” y vida privada, aspectos que les humanizan, sigo sin conectar con ellos. Tal vez carezca de la imaginación necesaria para identificarme con los superhéroes, no lo descarto. Tal vez piense que con las capacidades y poderes que poseen salvar el mundo sea más una especie de designio darwiniano que una elección personal que alabar, porque “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Tal vez porque la perfección no solo es inalcanzable para nosotros, pobres humanos corrientes, sino que además aburre.

Quizá es por esto por lo que nos atraen tanto los antihéroes. Los malos de la película siempre son más divertidos. En ellos no hay ni rastro del tono paternalista, su comportamiento inmoral y perverso nos permite explorar nuestro propio lado oscuro, dar rienda suelta a nuestras fantasías dejando al margen lo políticamente correcto. Además, ¿qué sería de Superman sin Lex Luthor o de Spiderman sin Octopus? ¿Alguien recordaría “El caballero oscuro” si no por el genial personaje del Joker que interpretó Heath Ledger? La fascinación por los “malvados” es tan antigua como el vampiro, uno de los personajes más temidos y deseados de la historia de la ficción.

Tal es la atracción por los antihéroes que de un tiempo a esta parte se han convertido en los reyes del prime time. Personajes como House o Dexter son la perfecta simbiosis del héroe clásico y el peor de los villanos. Con su doble moral se parecen un poco más a nosotros mismos, ya saben lo del tópico aquel que dice que “los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor”.
Siempre me han interesado más los seres humanos extraordinarios que los superhéroes. Pero de entre todos los héroes cinematográficos siento una especial debilidad por uno al que no sabría muy bien en que categoría etiquetar. No es otro que Indiana Jones, un atractivo doctor en arqueología que da clases en la Universidad y en su tiempo libre se dedica a salvar el mundo. Aclárenme la duda… ¿no es eso tener superpoderes?

1 comentario:

  1. Creo que si nos gustan tanto los "malos" de la película es porque se atreven a hacer lo que todos querríamos hacer alguna vez sin pararse a pensar en las consecuencias. Por eso son más divertidos que los "buenos", estar siempre pendiente de todo y al servicio de los demás acaba aburriendo a cualquiera.

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