jueves, 12 de marzo de 2009

Ítaca: el eterno viaje


Las vacaciones empiezan mucho antes de guardar los libros bajo llave y tumbarnos a tomar el sol o la sombra en una terracita. El verano comienza a disfrutarse cuando apuntamos en la agenda la fecha del último examen, cuando miramos las fotos del verano anterior casi suspirando, cuando por primera vez desde hace meses salimos a la calle sin abrigo, cuando compramos los billetes y hacemos la reserva en un hotel, o incluso cuando decimos “que ganas tengo de que llegue el verano”. Para empezar a disfrutar de vuestro viaje, interior o literalmente os recomiendo la web http://www.tuaventura.org/.

Sí, las vacaciones empiezan a disfrutarse mucho antes de ser oficialmente libres y en algunas ocasiones la espera es tan larga que cuando por fin llega nos sentimos decepcionados. Muchas veces el hotel es una ruina o no deja de llover en toda la semana o sencillamente la realidad no está al nivel del paraíso idílico que llevamos meses alimentando en nuestra mente.

De eso habla el célebre poema de Kavàfis “El viaje a Ítaca”. En la Odisea, Homero nos narra el largo viaje de Ulises de vuelta a su patria. Cuando por fin llega a Ítaca, todo le resulta distinto a como él lo recordaba. A lo largo de los años en su viaje en busca de Ítaca, Ulises ha recreado un ideal que no se corresponde con la realidad. Kavàfis reflexiona, y nos invita a hacerlo, sobre la búsqueda de Ítaca como símbolo del deseo, de aquello que queremos conseguir. Pero lo importante en la búsqueda de Ítaca no es el destino, sino el trayecto, nuestras vivencias y todo aquello que experimentamos durante el viaje.

Y es que todos buscamos Ítaca, el símbolo de la eterna insatisfacción inherente al ser humano. Necesitamos Ítaca, pero tal vez Ítaca no exista. Tal vez sea una construcción necesaria para no caminar hacia lo desconocido, sino con un objetivo. Queremos saber donde vamos para no terminar en otro sitio. La idea de caminar hacia lo desconocido es abrumadora, preferimos pensar que nos dirigimos hacia algún sitio, nos auto engañamos. Ítaca es un horizonte, y en palabras de Eduardo Galeano “el horizonte sirve para caminar”.

Cuando estamos en la escuela queremos ser mayores para no tener que acostarnos pronto ni hacer los deberes, luego vamos al instituto y queremos tener 18 años para conducir o entrar en los bares. Después queremos ir a la Universidad para hacer lo que nos de la gana, una vez allí queremos acabar de una vez la carrera y tener un trabajo. Más tarde queremos un trabajo mejor o un coche más caro, o una casa más grande… Creemos que cada uno de nuestros objetivos es un paso hacia Ítaca, pero Ítaca es inalcanzable, solo conseguimos pequeñas e innumerables Ítacas efímeras, en cuanto atracamos en su orilla oteamos el horizonte en busca de nuevos destinos.

Ítaca no existe, pero sí el deseo de alcanzarla. Y es este deseo lo que nos hace seguir adelante. Cada pequeña Ítaca, es una gran victoria. Y cada espera con ilusión, un tiempo extra en las Ítacas. Tal vez, la solución sea proponernos Ítacas modestas, disfrutar del archipiélago de experiencias, momentos y aprendizajes que la vida nos ofrece antes de arribar al último puerto. Porque “la felicidad es un trayecto, no un destino”.

Buena suerte en vuestro viaje hacia Ítaca, y parafraseando a Kavàfis, espero que el camino sea largo, y no tengáis prisa pues todos los viajes acaban irremediablemente de la misma manera y después de agosto siempre llega septiembre. Yo, mientras tanto seguiré contando los días para mi próxima y asequible Ítaca: las vacaciones de Semana Santa, que ya hace tiempo que empecé a disfrutar.

1 comentario:

  1. Cierto. Las pequeñas metas diarias son las que te hacen levantar de la cama. Las grandes metas quedan muy lejos y a menudo se difuminan.
    Tú lo dices de forma más poética.
    Buen artículo. La foto... es otra cosa.

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