martes, 3 de marzo de 2009

El arte: un bien de la humanidad

Los multimillonarios no sufren la crisis, y si no que se lo pregunten a los responsables de Christie’s. La casa de subastas ha conseguido casi 500 millones de dólares por la colección de obras de arte que perteneció al modisto Yves Saint Laurent y a su pareja, Pierre Bergé. Sin embargo, si por algo ha dado que hablar la subasta ha sido porque entre las piezas se encontraban dos cabezas de bronce de una serie de doce que representaban los animales del horóscopo chino y que fueron robadas en 1860 del Antiguo Palacio de Verano por tropas francesas y británicas. La Administración Estatal de Patrimonio Cultural de China intentó sin éxito detener la subasta de Christie´s y exigió la devolución de las dos cabezas de la dinastía Qing. Sin embargo, se ha desvinculado del coleccionista Cai Mingchao, relacionado con el Fondo Nacional de Tesoros de China que ofreció en la subasta de 35 millones de dólares por las dos cabezas que no iba a pagar por ellas. Bergé ha señalado que las cabezas volverán a su colección privada.

Las cabezas de la discordia
¿Y ya está? ¿Fin de la polémica? Pues sí, porque las cabezas son suyas, por el simple hecho de que pago por ellas. Se podría discutir mucho sobre el tema de los expolios, de hecho la comunidad de la que soy, Aragón, mantiene una larga disputa con la comunidad desde la que escribo, Cataluña, a propósito de los bienes religiosos de la Franja que Huesca reclama y Lleida retiene. Pero este es otro asunto, mi reflexión no va por allí. El tema de las cabezas de la discordia me hace preguntarme: ¿a quién pertenece el arte?

Resulta que si alguien tiene el suficiente dinero puede comprarse un Picasso y tener el mal gusto de colgarlo en el cuarto de baño privando al resto de la humanidad de poder admirarlo. Pues no me parece justo. Si amparamos las colecciones privadas ¿cómo impediremos que un ricachón descerebrado tire un Goya a la basura y se quede con el marco? El arte es un bien público, no debería ser de nadie porque es de todos.

Algunos de estos adinerados coleccionistas tienen el detalle de crear fundaciones o prestar, e incluso donar, algunas piezas a museos para que el público pueda acceder a ellas. Quizá sean mis prejuicios los que hablan pero, si lo hacen es para a alabanza y gloria de su nombre, para que el resto de los pobres mortales tengamos que sentirnos agradecidos por algo que de hecho nos pertenece. Sí, nos pertenece. El arte es un bien público, es un bien de la humanidad y nadie tiene derecho a monopolizarlo.

El Estado invierte en obras de arte con las que ampliar los museos pero no siempre es suficiente. En la práctica es imposible que no existan las colecciones privadas, pero la exhibición de estas obras no debería ser un gesto de “generosidad” por parte de los propietarios sino una obligación. Mientras no se les imponga a nuestros queridos millonetis esta obligación, me niego a darles las gracias por algo a lo que tengo legítimo derecho.

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